Cinco mitos sobre el feminismo que necesitamos erradicar

Cinco mitos sobre el feminismo que necesitamos erradicar

Mitos, verdades a media, frases sin sentido ni contexto, ignorancia o no querer escuchar, aprender e involucrarse. Todo se mezcla cuando de mitos toca hablar. En este especial #8M, abordamos cinco ideas-clichés sobre el feminismo que durante años han sido difundidas para desinformar y caricaturizar el movimiento.

1. No, feminismo no es sinónimo de ser «marimachos»

Según la Real Academia Española, Marimacho (de Mari, apócope de María, y macho), marimacha y, en algunos países, machona, machorra o machota, son términos calificativos (a veces despectivos) para referirse a una mujer que en su corpulencia o acciones parece hombre.

Según un estudio sobre feminismo en Chile, el término vendría de las sufragistas inglesas, del cual el movimiento feminista chileno de comienzo del siglo XX pretendía diferenciarse y distanciarse. “Constituida en gran medida por hombres, expresada en diarios y periódicos, la opinión pública acerca del sufragismo inglés fue extremamente negativa, y llegó a formar una imagen de la mujer feminista un tanto “marimacho” –fea, agresiva y violenta–, destructora de todo valor tradicional en su intento por liberar a la mujer”.

La socióloga de la Universidad de Chile, Doris Cooper Mayr, explica que esta terminología es consecuencia de nuestra cultura normativa la cual acepta como normal y legal aún, sólo la expresión de dos sexos: los hombres y las mujeres.

“Ambos sexos se caracterizan por presentar una morfología física externa específica y diferencial, una genética correspondiente a XX o a XY y un conjunto de formas de comportamiento físico y mental dentro de las normas establecidas culturalmente para cada sexo estereotipado”, señaló.

Esto permite predecir los “comportamientos de roles centrales como los laborales, enmarcados en la estructura ocupacional; y los familiares que conforman parte de la «célula básica» de la sociedad, capaces de reproducir la estructura del sistema social en el marco de una determinada formación social y modo de producción capitalista”.

En una de sus columnas, “insolente marimacho”, el escritor español Manuel Rivas, puntualizaba que “todos los problemas políticos son, en el fondo, problemas culturales y morales. Y en eso estamos respecto a los crímenes contra las mujeres”.

Además plantea que “a las mujeres díscolas las vilipendiaban (despreciaban) como histéricas. Pero lo que late en el trasfondo de esta tragedia española es un histerismo masculino, que no soporta otro destino para la mujer que el del “ángel del hogar”. La mujer libre, como dice el narrador de Memorias de un solterón, de Emilia Pardo Bazán, es el “insolente marimacho”. 

2. No, el feminazismo como tal no existe

La ‘feminazi’ (acrónimo de «feminista»+»nazi) se utiliza con intención despectiva para hablar de un «feminismo radicalizado». Este término fue popularizado por Rush Limbaugh, un locutor de radio, comentarista político conservador y escritor estadounidense, quien lo utilizó contra las mujeres que pedían el control sobre su fertilidad y el derecho al aborto en los años 90’.

El término alude también a que el feminismo utiliza la exageración como mecanismo para neutralizar a los hombres. Si bien las mujeres feministas no son enemigas de los hombres, ya que el feminismo es un movimiento que exige, lucha y trabaja por la equidad entre géneros, -es decir que hombres y mujeres tengan los mismos privilegios, derechos y obligaciones- existe esta figura imaginaria de la ‘feminazi’.

Mónica Maureira, periodista feminista, ex consultora de la UE en temas de género y académica de la Universidad Diego Portales, explico en La Tercera lo perjudicial y peligroso del término, ya que invisibiliza la diversidad del movimiento.

«No es menor lo que nos pasa a nosotras con el término. Por no querer ser tildadas de feminazis, se produce cierta regulación o autocensura. Es un fantasma que nos pesa. Tenemos que entender que no por ser radicales en nuestras exigencias nos transformamos en la caricatura. Hay que perder el miedo a la radicalidad porque el feminismo busca cuestionarlo todo», expresó.

3. No, la sororidad no significa que deben agradarte todas las mujeres

La sororidad es la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. Eso no significa que todas son o deban ser amigas.

Para Maxine Molyneux, socióloga feminista especializada en sociología política, género y desarrollo, el campo de batalla es bien concreto: es el dominio de los derechos humanos.

“Para las jóvenes feministas, estas protestas son significativas como expresiones de una nueva solidaridad que colectiviza las experiencias negativas que frecuentemente soportan solas y en silencio: una vez que estas cuestiones se identifican como problemas sociales, requieren atención y acción”, precisó.

4. No, no es real que todas las mujeres dejen de depilarse por ser feministas

El feminismo lucha por la libertad de las mujeres y eso incluye la presión estética que sufren. Muchas mujeres dejan sus pelos crecer como una forma de protesta política, mientras que otras aman sus pelos u otras simplemente no les gustan y se los quitan.

Pero esto en ningún caso es un “prerrequisito” para ser feministas. Es más bien una opción personal.

5. Sí, se puede afirmar que “las feministas son bravas”

El adjetivo brava significa que “actúa con determinación ante un peligro o dificultad” y sus sinónimos son “valeroso, valiente, animoso, esforzado”.

#PonteBrava✊♀️ ha sido el hashtag impulsado por la revista digital feminista @revistabravas para justamente empoderar a todas las mujeres a actuar por una sociedad más equitativa y donde los derechos corran de igual manera tanto para hombres como mujeres.

En este video podrás revisar algunas de las principales causas que mueven a los colectivos feministas a ponerse «bravas».

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En Decodificador Chile hacemos un llamado a estar informados en temáticas de género; a cuestionarnos el machismo, la misoginia y sexismo presente en nuestra sociedad.